La evolución de la tecnología en los últimos años, ha supuesto una gran transformación y una modernización de los instrumentos utilizados para la firma manuscrita. La firma manuscrita tradicional ha ido evolucionando a lo largo de los años hasta la firma digital y más adelante, hasta convertirse en firma biométrica, lo cual ha permitido realizar desde operaciones bancarias hasta la adquisición de todo tipo de bienes y servicios.
La firma tiene su origen en la antigüedad, cuando los escribas dominaban la escritura y el gobernante y el rey sellaba los decretos usando un anillo para autentificar el escrito. No fue hasta el medievo cuando la firma se generalizó en los monasterios, donde la caligrafía y la criptología eran de dominio de los religiosos.
Debido a la evolución que se ha producido a lo largo de los años, la firma también se ha tenido que adaptar a los nuevos medios. Primero apareció la firma digital o electrónica, en el que es necesario un certificado digital válido emitido por una Autoridad de Certificación acreditada por una entidad pública, normalmente, el organismo encargado de la emisión es la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT). La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT) es un intermediario transparente al ciudadano, de fácil uso, que ofrece una alta disponibilidad.
La firma digital puede emitirse en dos soportes:
Pero la firma digital tiene numerosos inconvenientes, por lo que NO se ha popularizado su uso:
Es muy común que las personas consideren que la firma manuscrita es la que mayor validez tiene, pero puede ser cuestionada debido a que puede ser falsificada con muchísima facilidad. El mismo caso es el que sucede con la firma digital, que también puede ser falsificada y utilizada por otros usuarios que no son el propietario. A diferencia de las demás, la firma biométrica es la que cuenta con un mayor respaldo legal ya que se obtiene mediante datos biométricos ligados a la identidad del propietario de forma certificada.